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Mi gata no entiende por qué no le cambio la arena...

Hoy domingo, 10 de la noche. Mañana la lotería, ¡ojala me libre de mi esclavitud! Pienso en la Navidad y sus festejos, en mis recuerdos de infancia, en unas fiestas que ya no son. El día de Nochebuena no tendré tiempo para hacer una buena cena. El fin de semana no es que me haya cundido mucho: lavadoras y mercado consumen una gran parte de la jornada. Las compras de regalos, los adornos y los dulces se resienten este año. Y se han acabado las clases y hay que abusar de los abuelos, y suplir la falta de tiempo a base de cartera; una cartera exhausta…

Mañana comienza mi jornada de oficina ágil  hasta las 6,30. Hasta hoy, el día de Nochebuena, trabajaré hasta las 6,30. El tiempo necesario para organizar la cena y ponerme guapa…una hora y media he calculado. Lo peor es que Papa Noel no ha tenido mucho tiempo y no sé si podrá soportar su viaje nocturno del 24. ¡Es muy duro tener que poner el despertador a las 4 de la mañana para no perder la ilusión! Sobre todo porque la comida de Navidad es de obligado cumplimiento familiar. En fin, el fin de año será la prueba de la próxima semana, y después los Reyes….

Recuerdo unas Navidades en que la noche de Reyes cayó en jueves. Desde la oficina vi pasar la Caravana del barrio arrojando caramelos a los niños. Unas lágrimas rebeldes se me escaparon ese día pensando en mi hija sentada en el sofá del comedor, esperándome… Hay cosas en la vida que solo se viven una vez, y si te lo pierdes no puedes hacer nada que llene la ausencia.

Los compañeros archivábamos con tristeza y silencio. Afuera se oían las risas y chillidos de críos y padres. Me sentí encarcelada. Presa, en aquella oficina vacía de clientes, de la que no podía salir hasta las 8. Las lágrimas eran subversivas e irremediables. Eran tiempos de bonanza, y parecía absurdo mantener un horario que no fue nada productivo. Pero el sacrificio y esfuerzo de los demás no existen en los estudios de las empresas.

El día 24 de este año trabajaré hasta las 6,30 en silencio y procurando sonreír.
Por lo menos a mis compañeros, que estarán deseando salir corriendo con sus familias. También espero que venga mucha gente, y contrate muchos productos, para no tener que pensar, y se pase rapidito. Y sobre todo para que las lágrimas no se vuelvan rebeldes y obstinadas.

Mientras escribo, mi gata me mira. No entiende que ande perdiendo el tiempo con la pantalla luminosa, y no le cambie la arena….

 

Carta remitida por una compañera que presta servicio en una oficina ágil.

 

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