Desde hace años todos sabemos que la mayoría de los sindicatos están corrompidos, que son, junto a los políticos, los más despreciables y despreciados. Y se lo han ganado a pulso. Sin embargo observamos, incrédulos, que su desfachatez no tiene límites.

Ninguna persona cabal puede entender como estos sindicatos, que firmaron el fatídico ERE de Bankia, que además cobraron por cada despido, que hasta ahora han permanecido inmóviles ante los incumplimientos y la mala fe de Bankia, estos desvergonzados que subsisten gracias a las subvenciones públicas y la gestión, o no, de cursos, estos vividores que durante tanto tiempo han permanecido alejados de sus obligaciones, que ahora intentan recobrar una credibilidad perdida, estos indolentes que se hacen llamar representantes de los trabajadores, estos holgazanes  que deberían haber defendido nuestros intereses y no lo hicieron, estos ineptos que estaban en los órganos de gobierno de las cajas y no se enteraron, estos irresponsables que deberían haber estado presentes en las supuestas evaluaciones y no estuvieron, estos sumisos a los que Bankia, entre otros privilegios, compensó económicamente, estos desleales que teniendo el apoyo prácticamente unánime de los empleados se bajaron los pantalones y se rindieron desconvocando la huelga en el último momento, estos incompetentes que se quejan de la nefasta gestión del Ere que ellos mismos autorizaron con su firma, estos torpes que con su incapacidad o negligencia han permitido que se eche a más de 500 trabajadores que querían seguir trabajando, cuando había más del doble que querían irse voluntariamente, estos infieles que hasta ahora han estado callando todos los atropellos de la empresa, estos apáticos que han permitido que se contratara a nuevos empleados en pleno proceso del Ere, estos insensibles que no han realizado ni un elemental seguimiento al plan de recolocación, estos inhumanos que no se han querido enterar ni se han sentido corresponsables de haber destrozado la vida de tantas familias, incluido el suicidio de dos compañeras, estos deshonestos que no se han presentado o han callado en los juicios, estos traidores que no han querido defender, incluso estando afiliados, a algunos empleados despedidos, estos indeseables que no tienen ningún reparo en disfrutar de privilegios que no tienen los otros trabajadores, estos indignos que en algunos casos son la correa de transmisión de algunos partidos políticos, estos bribones que disfrutan de sus liberados, estos sobones que priorizan el mantenimiento de sus estructuras a la defensa de los intereses de sus militantes, estos inmorales que acaban apoyando a quien les da más dinero que a quien se supone que representan, estos desalmados que no han dudado en aplicar una reforma laboral que públicamente detestan, para despedir a sus propios empleados. Ellos que son los últimos en enterarse de que han perdido sus señas de identidad y han caído en el más profundo de los desprestigios. ¿Cómo pueden tener la desfachatez y el atrevimiento de dirigirse a los que tanto han perjudicado? ¿Van a ser capaces de pedir que les voten?
Confiemos en que ningún bien nacido caiga en el error de poner su papeleta en las urnas.